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viernes, 1 de abril de 2016

A fuego lento

Dejé que mis manos recorrieran cada una de las facciones de tu cara.
Por si alguna vez decides irte,
no poder olvidarte jamás.
Me conduje por cada una de las curvas de tu clavícula
y me precipité entre tus piernas.
Y ésta vez no me salvaste...

Te susurré mis miedos más grandes,
mientras contemplabas mis labios,
y decidiste acurrucarme entre tus brazos.

Calmaste mi ira cuando las cosas se torcían,
y fuiste testigo de mis lágrimas más sinceras.
Tuve miedo.
Tengo miedo.

Me dejaste cruzar la puerta,
y no te asustó la idea de verme salir corriendo.
Y dolía,
y joder... sigue doliendo.

Aposté por ti
aún cuando todos me pedían que te olvidara.
Me sentí sola,
aunque eso a veces es mejor que estar mal acompañada.

Me dejaste caer,
me tiraste al suelo.
Y tardaste mucho tiempo en recomponer todas mis piezas rotas.

Te di mi alma,
a fuego lento.
Sin miedo.
Porque contigo eso desaparece.

Me enamoré,
perdidamente
y cada día lo estoy aún más.
Esa es la razón por la cual me duele no verte detrás cada vez que mi ego amenaza con irse.

Y es que antes no eras capaz de dejarme dar ni 2 pasos.

Y hoy eres tú quien me abre la puerta.

Pero...
por si un día decides dejarme...
no
te
olvides
de
mi.

Porque yo te seguiré dibujando en las constelaciones de mis sábanas.
Rezando por que vuelvas a aparecer una vez más.

SM.

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