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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Mientras seamos jóvenes,

En este atrápame si puedes
fuimos lo que el viento se llevó.
Volamos con faldas y a lo loco,
cantando bajo la lluvia.
Que no me importa la distancia,
que Manhattan puede ser Casablanca
que Philadelphia, Múnich
si hay un motivo para querernos.

Nunca nos importaron, de sobremanera,
las razones del amor,
fuimos los besos de nuestro último verano,
vimos la muerte entre las flores,
y al secreto de tus ojos 
le pusimos el nombre de la rosa.

Nos dejamos llevar por los juegos del hambre,
nosotros que siempre fuimos comida,
fuimos un paseo para recordar
antes del amanecer,
sufrimos las luces de ciudad
y en la mañana,
desayunamos con diamantes.

Tú me pedías fast,
yo te lo hacía furious;
había algo de Nymphomaniac en tu forma de mirarme.
Me besabas con tu lengua de mariposa
y decías que ir en busca de la felicidad 
ahora carecía de sentido,
que nunca me ofrecerías la vida en rosa,
sino en el color de la granada.
Un Moulin Rouge 
capaz de ser mi pena de muerte.

Nunca vimos la medianoche en París,
tampoco tenemos memorias de África.
Los amantes del círculo polar
descubrieron el reino del hielo 
antes que nosotros;
pero, en cambio,
nos atrevimos a bailar con lobos,
a ser la isla mínima,
a ser un Titanic que siempre salía a flote,
un Pearl Harbor capaz de cumplir esta misión imposible.
Ahora o nunca, dijiste.
Y volamos sobre el nido del cuco,
aunque tuviéramos las alas rotas,
y trescientas 
o casi trescientas
promesas por cumplir.

No me olvides, me dijiste,
recuérdame
en estos relatos salvajes.
Ahora es tiempo de valientes,
abre los ojos,
se ha abierto la ventana indiscreta,
la voz dormida, suena más que nunca,
amar peligrosamente es nuestra razón de ser,
y aquí huele a perfume de mujer
aunque estemos a tres metros sobre el cielo.

Te escribo éste poema de salvación,
este réquiem por un sueño,
este despertar de las gárgolas,
pues ya no te puedo olvidar;
tu boca Pulp Fiction,
tus manos Kill Bill,
tu dulzura Amelie.
Cuando el día de mañana,
alguien me diga que estoy perdida,
que ya no huelo tan Annie Hall como antes,
recordaré todo este
retorno del pasado.

Recuerda que aún vivimos bajo la misma estrella,
y no olvides lo que construimos
en un momento;
grítales a todos ¡qué bello es vivir! 
aunque esté lejos de ti,
perdido por el club de los poetas muertos.
o tal vez la ciudad de Dios,
acordándome con melancolía
de cómo aquella gata, sobre el tejado de zinc,
pasaba las horas
con un atrevimiento American Beauty
y un colocón Transpoitting.

Antes que el diablo vista de Prada,
les hablaré de ti,
a los hijos de los hombres,
a los descendientes,
y les diré que somos la leyenda de este poema
que seguro, seguro,
ellos quemarán después de leer.
Tú que eres todos los días de mi vida,

PD: te quiero.

SM.

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